Por: Camila Nogues
Aquel
28 de agosto nuestra bandera flameó por sobre la de Estados Unidos.
Ahí, arriba y enorme, como ellos, los doce titanes que lograron
inmortalizarse en lo más alto del podio. Contra todo pronóstico,
desde el segundo lugar en el Mundial de Indianápolis en 2002, esos
sudamericanos comenzaron a mostrarse al mundo y marcaron el triunfal
camino que hace ocho años recorre la selección argentina de
básquet.
Las
coronas de laureles, las medallas doradas, las redes que cortaron de
los aros, las fotos... todo son simples objetos que van a quedar
guardados junto con los recuerdos más preciados de los jugadores.
Fueron sus ocho batallas en Atenas, la cuna del olimpismo, las que
quedaron para siempre en el archivo del deporte nacional, al que
nutrieron de las postales más gloriosas y en el que hasta hoy,
siguen escribiendo capítulos históricos.
La
heroíca victoria ante Serbia y Montenegro gracias al recordado doble de Ginóbili de palomita a 3.8 segundos de finalizar el encuentro y con
una desventaja de un punto inauguró la participación olímpica y le
dió una cuota de motivación extra a los argentinos para el resto
del certamen. La jornada siguiente perdieron 87-76 frente a España,
pero le siguieron dos triunfos, a China por 82-57 y a Nueva Zelanda
98-94. Ya clasificados para la siguiente ronda, los dirigidos por
Rubén Magnano perdieron en un ajustado partido frente a Italia por
76-75.
Ginóbili
ya se mostraba como el líder del equipo y Pepe Sanchez en la función
de armador mientras que Scola estaba en un pico de su rendimiento y
los demás actuaban como una maquina en los momentos claves. Era el
momento de enfrentar los cuartos de final. Ahora quien perdía tenía
que hacer las valijas y subirse al avión.
Argentina
debía medirse con Grecia, que además de ser un rival duro, contaba
con la ventaja de la localía. La defensa albiceleste fue absorvente
y la contundencia de Manu y Oberto con el goleo metió al equipo
entre los mejores cuatro, tras una trabajada y ardua victoria por 69
a 64.
Las
semifinales enfrentaron a Argentina con el Dream Team norteamericano,
tal como había pasado en el Mundial 2002. Otra vez los
estadounidenses, los dueños del deporte de la pelota naranja, fueron
humillados y el triunfo quedó plasmado en el marcador con un
contundente 89-81. No sólo se recuerda de aquella noche los
descollantes 28 puntos que anotó Ginóbili, sino más que nada el
batallamiento colectivo.
Italia
era el último escalón antes de la gloria y allí el grupo fue el
principal responsable del desarrolo. Cada pieza estaba en perfecta
conjunción con la otra, y cada una aceitada de forma tal que nunca
fallara su función. La contudencia de los fatales 25 puntos de Scola
obviamente tuvo su rol protagónico, pero fue principalmente el
equipo, esa máquina, la que venció a los europeos por 84 a 69 y
consiguió dar el gran batacazo.
Si el mundo futbolero supo ubicar Argentina en un mapa gracias a Maradona, si Fangio hizo lo mismo con el automovilismo como Vilas con el tenis, el universo basquetbolístico mundial nos ubicó a partir de esta generación y sus logros.
Si el mundo futbolero supo ubicar Argentina en un mapa gracias a Maradona, si Fangio hizo lo mismo con el automovilismo como Vilas con el tenis, el universo basquetbolístico mundial nos ubicó a partir de esta generación y sus logros.
No
se sabe si fue obra del destino, la casualidad o la mera suerte, pero
esta inigualable camada de jugadores se unió en un mismo momento
para imponerse e imponer su estilo y nombre alrededor del globo.
Puede ser que el Mundial que comenzó hoy sea el último torneo para
que la mayoría de los integrantes de ésta gloriosa etapa jueguen
juntos como puede que los Juegos Olímpicos de Londres 2012 tengan el
lujo. Lo que es certero es que en este mes tienen la chance de
consagrar su historia mundialista de la forma épica que merecen y
ese destino le regaló una coincidencia al capítulo que comenzaron a
escribir. El primer triunfo en Turquía, 28 de agosto, justo seis
años después de haber conseguido la primer medalla de oro.
Simplemente casualidades... ¿simplemente casualidades?
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